Poema de Navidad
De aquel sacro natalicio
hacia el cuarenteno día,
en el templo del Señor
que en Jerusalén había...,
entró la Virginal Madre,
de nombre llamada María;
más limpia que las estrellas,
y más que el sol reluciría.
En brazos inmaculados
a su tierno hijo traía;
Hijo es del Inmortal Señor,
Redentor y hombre sería.
En forma llega de siervo,
aunque a la salvación nos guía,
para rescatar del hombre
la afección que padecía;
luego a enorme costa suya,
le abrió la gloriosa vía,
para cumplir el mandato
su Madre a Jesús le ofrecía,
y por Él da en sacrificio
los dos corderos que había...
Al templo llegó Simeón,
hombre cabal que a Dios temía,
en el cual habitaba Dios,
a quien el respondería
y la encarnación del Verbo
con sus ojos contemplaría.
Hincando rodilla en
tierra
recibió al Glorioso
Mesías
de los brazos de la
Virgen
que en sus manos le ofrecían.
Y tomándolo en sus brazos,
con dicha feliz y alegría,
cantó aquel divino canto
que al Templo se refería,
y así se cumplió lo escrito
en forma de profecía:
«La Madre llevaba al Hijo,
Y el Hijo al Padre seguía».
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