viernes, 5 de agosto de 2016

Rincón del Poeta (hogar Zona Sur 2)



CARIÑO...
Pon tu cuerpo junto al mío
y ven, niña, por mi lugar,
que hoy vamos a madrugar
para pasear cerca del río.

Quitaré de allí murallas,
pondré en los campos alfombras
y gozarás de las sombras
que hay cerca de esas playas.

                                                      Ya verás qué placentero

es un paseo en mi yegua,
sentirás cantar el agua
desde aquel apuesto cerro.

Quisiera escuchar atento
                                                     a tu esbeltez seductora 
  más que la espiga en la aurora 
cimbreada por el viento.

Mas pronto estarás, querida,
dentro de mi alma abatida,
si no quieres que mi vida
sea triste, mustia y dolorida.

Tus labios son más rosados
que las frutas del Alhama;
son amorosos, mi dama,
frescos, alegres y osados.

Tu cariño es mi comienzo,
tu soberbia es mi verdugo,
más venenosa que el musgo,
aunque yo no me avergüenzo.

                                                       Qué diferencia hay, bien mío,




al viajar nuestra existencia,
tú en tranquila complacencia,
yo en bullicioso desvarío.

Tú res la flor más galana
que de colores se viste,
yo soy la cosa más triste
que se agita en la mañana.

Tú eres la feliz calandria
que canta alegre y dichosa,
yo soy un ave misteriosa
que llegó de Alejandría.

Hoy mi vida tiene dudas
que ocultan mis pretensiones,
muchas nieblas y visiones
en las montañas desnudas.


Llanto lleva mi tristeza,
que vuela cansadamente,
como salen lentamente
las flores de la corteza.

Sin embargo, en mi alborozo
en mi angustia y mi agonía
conservo un santo, amada mía,
                         que es mi paraíso y mi gozo.

Y te suplico, por piedad,
que escuches lo que te digo
y vente a vivir conmigo
con mi amor y mi soledad.

Ricardo de Lalinde y López

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