sábado, 6 de junio de 2015

Viergen del Prado


              ROMANCE (canto de amor)


Es esta tierra y su valle                    
Virgen del Prado S.XIII
madrigales, sol y alegría,
donde canté mis romances     
al Alhama de mi vida;
cuando brotó en mi camino
sobre las zanjas abiertas,
la belleza de mis sueños
y la alborada más cierta
que fascinó mis pupilas
y mieles puso en mis labios,
ennobleciendo mi vida
entre paisajes riojanos.

Por ella me hice poeta
y mamé en sus ubres la miel,
a la luz de las auroras
y con la sombra del ciprés,
cantando al Ser más querido
cuando al sol se secan mieses
y el segador corta después.

Todo mi amor fue un idilio,       
y floreció en el arrullo
el sentimiento más lindo,      
cuando mis labios sedientos
de tu boca se colmaron       
y el color de los trigales
de luz el valle llenaron.

Sentí tu cuerpo a mi lado,
calor de amor resembrado,
sentí el cantar en los nidos,
calor de madre en sus brazos;
arrebujando en las noches
el fruto recién llegado,
canté a mi valle bendito  
un canto de enamorado.

Canté a la ruda belleza
del horizonte serrano,
al néctar de los torrentes,
la sierra abrupta y al llano;
la nieve de las montañas
y al zurriagazo del rayo
que abrasa los horizontes
con deslumbrantes ensayos.

Canté allí a los peñascales
donde se posan los buitres,
donde reposa el gavilán
y retozan las perdices;    
a las fiestas lugareñas
y a los trabajos del campo,
donde los duros labriegos
encallecieron sus manos
afascalando en las eras
la mies cuajada de granos,
dispersando en las cañadas
las jotas de los riojanos.

Canté a las mozas del pueblo
cuando aventaban la parva
y a los mozos de este enclave
que ascendieron por los riscos
entre espinos y breñales,                  
bebiendo el sol con sus ojos
y de belleza saciarse.

Y canté a mi valle amado,
valle eterno  de mi alma,      
que arracimó  las más bellas  
estrellas del valle Alhama.

Hundí mis pies en la tierra      
como el origen del árbol
para beber de su esencia
el alma del pueblo llano,
que floreció en este valle  
y en las montañas del Prado.

Y también canté a mi madre,
al cielo azul y al regato, 
al verdor de la cañada
y al canto del pajarraco;         
pues por mis venas pasaba
la sangre de mis pasados,
y el cántico de ternura
que me brindaban sus labios,
de aquella madre de ensueños,
¡alborada  de mis años!

Pero el destino no quiso
que continuase cantando,
pues vi morir a mi madre
en el sereno remanso.

Impresionado y dolido
mi estar quedó meditando
en las codicias del hombre,
¡insignificancia y polvo!
que hizo inmortal el alma,
entre congojas y agobio.

¡Cuántos recuerdos evocan
la vieja hacienda y el campo!,
Ermita  de la Virgen del Prado

donde mi vida pasada
se me fue de entre las manos
y el trino de las alondras
dejó su nombre grabado.
Ahora paso sin rumbo
ni cariño por los campos,  
voy huyendo de mí mismo
como un odioso espantajo.

Canté a mi virgen del Prado
las baladas más hermosas,
y dándole gracias a Ella
me refugié en su regazo.


             Ricardo Lalinde López



Inestrillas, 23 de mayo de 2015
festividad de la Virgen del Prado
socio del hogar zona sur


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