sábado, 30 de marzo de 2024

 Las obras ganadoras fueron:

                   RELATOS BREVES:

Ganador: LAS COLMENAS DE “LA CAÑADA DE LA PUEBLA” (Iguales, pero diferentes)

AUTOR: Juan Francisco Lucio Elías Leciñena

Muchos, muchos años atrás, cuando las colmenas se hacían de

 “cañizo y barro” o cortezas de árbol.

 Había un grupo de colmenas, en un lugar de La Rioja, donde las

 abejas se afanaban en elaborar rica  miel, que era muy solicitada

 en los mercados de la época. Su organización era perfecta y no

 necesitaban nada más, para ser felices en su rol. La reina ponía

 huevos, las obreras trabajaban, los zánganos aireaban la colmena

 con sus aleteos, en los días de mucho calor. También entonaban

 melodías, al estilo de nanas, para que las pequeñas larvas

 dormitaran felices, hasta que llegara el momento de su mayoría de

 edad. El colmenero, se limitaba a ir, de vez en cuando a por su parte

de  miel, cual casero en cobro de alquiler. Un buen día, la reina 

enfermó. Ya no segregaba esa deliciosa  “Jalea Real”, que tanto

 gustaba… Una de las larvas, ya casi adulta, dijo que ella era muy 

monárquica  y que por tanto sería la reina. Dicho y hecho, se sentó 

en el trono y se autoproclamó reina de la  colmena. 

El primer edicto, de la nueva reina, fue ordenar la expulsión de la 

reina vieja y todas las demás larvas princesas. 

La nueva reina, que resultó ser hiperactiva, se pasaba el día 

poniendo huevos  y más huevos, sin control. También, muy progre

ella, se declaró “abejista”: ¡Ya está bien que sean las  obreras las

que trabajen!, dijo. Desde este momento ordeno que solo los 

machos sean obreros y las  hembras zánganas. 

También ordenó que los huevos no fuesen seleccionados ni

 fecundados por los  zánganos… y ocurrió lo que tenía que ocurrir.

 En poco tiempo, la colmena, se quedó sin obreros. Las

 zánganas intentaban aparearse con las nuevas larvas princesas…

 pero al no ser hembras fértiles, no

las fecundaban. La colmena entró en decadencia. La miel que se 

fabricaba, ni siquiera bastaba para  abastecer a la propia colmena y

las larvas morían de hambre. La reina, convencida de su buen hacer,

no paraba de poner y poner huevos inútiles e infecundos y no 

queriendo ver la realidad decía que toda la culpa era de los obreros,

 que no trabajaban bastante. Pero ella, en su soberbia, nunca quiso

reconocer sus equivocaciones. El colmenero, que no quiso

intervenir  en los problemas de la colmena, dejó de prestarle

 atención y se dedicó a atender otras colmenas más rentables. 

Un día, paseando por la "Cañada de la Puebla", me encontré con

 una vieja colmena abandonada y adiviné que la colmena

 del cuento de mi abuelo, había existido en realidad...


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